Las crepas son lo que en diferentes partes del territorio hispanohablante se puede encontrar con el nombre de «panqueque», «crepe», «tortita» etc. Muchos países del mundo pretenden ser la patria de los bliný aunque es muy difícil que algún día se establezca su origen. Sin embargo, en Rusia este plato es muy popular y, en cierto sentido, ritual.

En el calendario ruso hay una semana especial que los gastrónomos suelen esperar con impaciencia. Es una de las más divertidas fiestas del año: Máslenitsa, festejo que simboliza la despedida del invierno y la espera de la tan ansiada primavera.

Las crepas rusas, como símbolo del Sol y de renovación de la naturaleza, siempre han sido un manjar especial en esos días festivos. Este plato, según las creencias de los eslavos antiguos, regalaba a las personas el calor, la salud y la fortuna y ayudaba a complacer a los dioses de la naturaleza para que otorgaran a los campesinos una buena cosecha.

Más tarde el «objetivo» de los bliný cambió, pero no han perdido una cierta magia. Hasta hoy día se considera que cuantas más tortitas se coman durante la semana de Máslenitsa, más exitoso será el año siguiente.

Las crepas tienen un amplio abanico de recetas. Unas tortitas llevan «encajes», es decir, son tan finas que tienen pequeños agujeros y parecen de encaje; otras son más gruesos y llevan relleno. Las crepas se comen con crema agria, queso, pollo, carne, jamón, chocolate, mermelada, miel o caviar.