Cada cultura usa los medios a su disposición para fabricar su vestimenta. En la época medieval temprana, en la región comprendida entre los lagos Ládoga, Onega e Ilmen, alguien tuvo la idea de utilizar una fibra que se obtiene del material que hay entre la corteza y la madera de árboles finos, llamada líber en español, para fabricar zapatos. Estos obtuvieron el nombre de lapti (en singular lápot), que se parecen mucho a una canastilla pero adaptados para el pie humano.

Se trató siempre de un calzado hecho para las clases bajas de los grupos ugrofineses y eslavos orientales por su simpleza creativa pero poca durabilidad. De hecho, la palabra lapotnik en ruso se usa para designar despectivamente a una persona muy pobre que, como no puede comprarse buenos zapatos, usa lapti. Durante muchos siglos fue el principal calzado de la población rural, es decir, del 90 % de los rusos. Son probablemente el calzado más conocido en el territorio del país y uno de los más antiguos.

Las primeras alusiones a los lapti datan de los siglos XVI-XVII, aunque hallazgos en yacimientos neolíticos de agujas para tejer corteza hacen sospechar que ya entonces se pudieran utilizar. Los lapti se tejían de diferentes maneras en función de las necesidades del futuro usuario y de la región donde viviera. Existían modelos de verano, de invierno, modelos que se ponían solo para trabajar en el campo, o para las fiestas, etc. A veces tenían una suela de cuero, o incluso se pintaban si eran para los días festivos. En las temporadas frías se calzaban calcetines de lana y en verano, sobre medias.

Los zapatos se tejían con la corteza de diferentes especies de árbol: tilo, abedul, olmo, roble o sauce. Durante la Gran Guerra Patriótica (1941-1944), los bombarderos alemanes Junker-87 recibieron en la Unión Soviética el nombre de lapotniki o laptiozhnik debido a la forma característica de su tren de aterrizaje, parecida a un lápot. Actualmente, los lapti son un souvenir que cuelgan en casa para buena suerte como, por ejemplo, la herradura de los caballos. Los verdaderos maestros de este oficio ya casi no existen.

(Autor: Rainer Matos)