Durante la carrera espacial en los años 50 y 60, el Gobierno de la Unión Soviética utilizó varios perros en vuelos suborbitales y dentro de órbita para determinar que cualquier cosmonauta humano sería capaz de llevar a cabo y sobrevivir a una misión espacial.

Los perros fueron seleccionados por científicos de acuerdo con la tolerancia que mostraban a periodos largos de inactividad. A los canes seleccionados se les sometía a un entrenamiento para adecuarlos a las condiciones del vuelo. Los entrenamientos incluían utilizar trajes espaciales, entrar en simuladores para el despegue y la aceleración. Los perros que iban a orbitar eran alimentados a base de una comida gelatinosa rica en proteínas y fibra.

Durante los vuelos suborbitales, los perros eran propulsados a una altitud de 100 km a bordo de misiles R-1, pero a partir de 1957, comenzaron a realizarse vuelos orbitales oficialmente. El primero de ellos fue protagonizado por Laika, el primer can en orbitar a bordo del Sputnik 2. Sin embargo, no sobrevivió la misión.

El 19 de agosto de 1960, los canes Belka (“ardilla”) y Strelka (“flechita”) viajaron permanecieron un día en el espacio a bordo del Sputnik 5 y volvieron sanos. Viajaron con ellas doce ratones, hongos, plantas, microbios y hasta trozos de piel humana. Fuera del asiento, pero dentro de la cápsula esférica presurizada, iban otros doce ratones y dos ratas.

Con ellos iban varios animales (un conejo grisáceo, 42 ratones, dos ratas), plantas y hongos. Este fue el primer viaje en el que todos sobrevivieron al entrar en órbita.

Las perritas se convirtieron en celebridades después de la misión. EL líder soviético Nikita Khruschov regaló a Jacqueline Kennedy un cachorro de Strelka durante una conferencia en Viena. La perrita, bautizada Pushinka, creció y vivió en la Casa Blanca.

Hoy en día, Belka y Strelka se pueden contemplar disecadas en el Museo de la Cosmonáutica de Moscú.