El té como bebida se menciona en los manuscritos pertenecientes a los años 2700 a.C., pero su uso como planta cultivada por los chinos se refiere al siglo IV.

Apareció en Rusia en 1638 cuando el can de Mongolia envió al zar Mijail Románov como regalo 4 pudes (medida antigua rusa de peso = 16,3 kg) de hoja de té. Medio siglo más tarde, en 1679, fue firmado con China un acuerdo de suministros regulares a Rusia que en el siglo XVIII llegaron a ser enormes, y el té iba suplantando infusiones tradicionales frutales y herbáceas.

De estos tiempos data de la aparición de los primeros samovares rusos. En 1906, Rusia importó 100 mil toneladas de té (la población del imperio contaba con 126 millones de personas según el censo de 1897). Para tomarlo se servía panadería de todo tipo: bizcochos con pasas, roscas y rosquillas, bollos, ensaimadas, pastelones, y empanadas con centenas rellenos: de legumbres, de setas, de carne y frutas.

En el norte de China, zona con la que tradicionalmente Rusia mantuvo relaciones comerciales, el té se llama “chai”, mientras que en las ciudades del sureste del país, donde solían anclar los barcos europeos, lleva el nombre de “tie” o “tii”. De aquí proviene la palabra “chai” en ruso y otras formas similares en turco, portugués y la mayoría de las lenguas eslavas y “té” o similares en la mayoría de países occidentales europeos. (Russia Today)

Los rusos suelen decir que la familia cuyos miembros no toman té juntos, tiene problemas. Ese proceso les une, pues supone charlar de lo más íntimo. Otra idea asociada es la que muestra el refrán ruso “si quieres deshacerte de los huéspedes no esperados, dales té de ayer”.

Aunque desde la introducción de la infusión en Rusia se conocía la existencia del té verde, el negro tradicionalmente gozó de mayor popularidad en Rusia. Últimamente esta infusión está cediendo cada vez más ante el café matutino y la cerveza o los cócteles vespertinos. Sin embargo, las tiendas de té nunca están vacías y en todos los hogares se puede encontrar en la cocina.