Hay una amplia variedad de concepciones en torno a los cosacos, pero la constante es su importante papel en las guerras y en la formación del estado ruso.

Los cosacos son una casta militar de jinetes natos y brillantes guerreros que libraban condiciones de terreno y climáticas muy complicadas. Comenzaron a aparecer en los territorios de la actual Ucrania a mediados del siglo XIII, cuando muchos eslavos huyeron hacia el sur para escapar de los tártaros.

Los principales núcleos de población cosaca se encuentran en las regiones de los ríos Don y Dniéper. En el siglo XV se describía a los cosacos como un conjunto de comunidades independientes, que formaban a menudo ejércitos locales separados de los estados vecinos (Polonia, el Gran Ducado de Moscú o el Janato de Crimea). Los principios básicos de la organización interna de las comunidades cosacas eran la libertad personal de todos sus miembros, la igualdad social, el respeto mutuo y la libertad para expresar su opinión en el Círculo de Cosacos, el máximo organismo administrativo de la comunidad.

En el siglo XVI estas sociedades cosacas habían formado organizaciones territoriales independientes, sin embargo, perdieron su independencia de manera gradual y fueron abolidas por Catalina II de Rusia a finales del siglo XVIII.

Los cosacos rusos desempeñaron un papel clave durante la expansión del Imperio Ruso en Siberia, el Cáucaso y Asia Central en los siglos XVII y XIX. También sirvieron como guías a la mayoría de las expediciones rusas de geógrafos, comerciantes, exploradores y topógrafos.

Los cosacos, a su vez, sirvieron como guardianes de las fronteras y protectores de ciudades, asentamientos y puestos comerciales y también llegaron a representar una parte completa del ejército ruso. Durante la invasión de Rusia por Napoleón, los cosacos fueron los soldados rusos más temidos por las tropas francesas.

A finales del siglo XIX las comunidades cosacas gozaban de un estatus privilegiado libre de impuestos en el Imperio Ruso, aunque tenían un servicio militar con una duración de veinte años (reducido a dieciocho años desde 1909). Además de servir como tropas de caballería, o unidades de infantería y artillería, tres regimientos de cosacos formaban parte de la Guardia Imperial así como del Konvoi, la escolta montada del zar.

El sentimiento cosaco de ser una comunidad de élite aparte, les proporcionaba un fuerte sentimiento de lealtad al gobierno zarista y se utilizaba frecuentemente a las unidades cosacas para apaciguar desórdenes locales.

Tras la Revolución de Febrero de 1917, el nuevo régimen reprimió la cultura cosaca y su modo de vida. Stalin ordenó persecuciones, deportaciones en masa, y ejecuciones. De todas maneras, el entonces Secretario General del Partido Comunista Soviético reactivó las unidades cosacas bajo estricta vigilancia en vísperas de la Segunda Guerra Mundial.

Desde la caída de la Unión Soviética, hubo un repunte y un creciente interés en recuperar las tradiciones cosacas. En 2005, los cosacos adquirieron nuevos derechos, y se mantiene vigente la idea que de ellos ha prevalecido a lo largo de los siglos, un pueblo de guerreros grandiosos en búsqueda de la libertad.